domingo, 2 de noviembre de 2008
LA NACION
Cuando empecé a planear mi viaje por Latinoamérica no tuve un cuenta un factor fundamental. Mi idea era estar unas dos semanas por país y llegar a México, como mucho, en cinco o seis meses. Visto desde mi rutina en Buenos Aires, medio año me parecía muchísimo; nunca había viajado por tanto tiempo (mucho menos sola) y no sabía hasta dónde iba a aguantar. Además, cada vez que decía que me iba a ir a recorrer América latina me contaban historias de secuestros, muertes, robos, violencia y me advertían acerca de la insalubridad de la comida, de la inseguridad del transporte, de los peligros de las grandes ciudades... Pero mis ganas de irme y de ver la realidad con mis propios ojos fueron más fuertes que cualquier historia con la que intentaran convencerme de que me quedara en la "seguridad" de mi casa. Mi itinerario de viaje nunca existió como tal: salí el 28 de enero con un pasaje de ida a La Quiaca y el objetivo de llegar a México por tierra. Sabía qué países quería visitar en el recorrido y cuáles iba a dejar para futuros viajes, pero si me preguntaban a qué ciudades iba a ir o cuánto tiempo pensaba quedarme en cada lugar, no tenía una respuesta concreta. Lo que sí sé ahora, ocho meses después de haber salido de Buenos Aires, es que si hubiese seguido mi plan de "dos semanas por país" ya hubiese llegado a México hace rato. Pero como dije, antes de salir no tuve en cuenta el factor que más influyó en mi recorrido: la gente.
Sigue... http://www.lanacion.com.ar/blogs/mochilera/index.asp
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